¿Quién no ha prescrito alguna vez a un niño que se queja de un pequeño dolor de barriga, una mágica cucharada de jarabe fabricado en el laboratorio familiar (la cocina) compuesto por un poco de agua y un poco de azúcar?
El efecto placebo es el resultado que se obtiene en un paciente cuando su dolencia se trata con una falsa “terapia”. El paciente espera o cree que el método curativo que, aparentemente se le está aplicando, funciona.
Los efectos positivos del placebo están ampliamente demostrados en muchos ámbitos de la medicina. Según diversos estudios neurológicos la administración de un placebo produce un aumento de actividad al nivel de una pequeña zona del cerebro llamada “Núcleo Accumbens”, este aumento de la actividad cerebral va acompañado de secreción de un neurotransmisor denominado dopamina. Tanto el núcleo accumbens como la dopamina están vinculados a la habilidad de experimentar placer y recompensa. De ahí que esta parte del cerebro esté relacionada con la adicción a las sensaciones que producen drogas como la cocaína o la nicotina. Esto significa, por ejemplo, que las personas que tienen expectativas sobre la obtención de un beneficio, un reconocimiento o de realizar algún tipo de actividad placentera, van a ver activada esta parte del cerebro.
Por tanto, la expectativa positiva con respecto a la curación que nos proporcionará la terapia que tengamos que llevar a la práctica va a producir que se active el nucleo accunbens. Por ello y aunque resulte paradójico, la administración a pacientes de medicamentos que sí contienen principios activos, no está exenta del efecto placebo. En la práctica, todas las investigaciones sobre los resultados que producen los fármacos incluyen los resultados que son atribuibles, por un lado al fármaco en sí y, por otro lado, al efecto placebo.
En este sentido, Irving Kirsch et al. (2008) publicaron un meta-análisis, de una gran repercusión en revistas científicas, en el que concluían que los diferentes fármacos antidepresivos sólo han demostrado unos beneficios modestos cuando se les compara con el tratamiento placebo en la eficacia para reducir la depresión.
Parece claro que uno de los aspectos más influyentes en el efecto placebo, tiene que ver con la confianza que nos autogeneramos con respecto a nuestras posibilidades de curación. En los últimos años la neurobiología ha demostrado que el cuerpo y la mente forman un todo indivisible, en consecuencia la esperanza y la seguridad en la eficacia del tratamiento impulsan los mecanismos de curación espontánea para algunas enfermedades y hacen más tolerable el dolor.
Tanto es así, que está también demostrado que el efecto placebo es mayor según la forma que adopta. Así una cápsula roja produce efectos distintos que una cápsula azul. Una inyección es más efectiva que una cápsula, aunque sea roja. Incluso, se han hecho experimentos con placebos quirúrgicos que sin entrar a valoraciones éticas, han producido resultados sorprendentes. Lo que se hace en estos casos es ingresar al paciente y se le dice que se le va a operar aunque, en realidad, lo que simplemente se hace, es administrarle anestesia para practicarle una pequeña incisión. Sin hacer valoraciones éticas de estas prácticas vemos, pues, que la actitud de confianza se ve aumentada según la escala de eficacia que las personas tenemos asignada a los distintos tipos de tratamiento.
Sin duda, la confianza es un elemento determinante en muchos ámbitos de nuestra vida, por no decir en todos.
Esto tampoco es descubrir nada nuevo, la importancia de la confianza se manifiesta en cualquier interacción humana, pues en todas las situaciones en las que se produce una relación entre dos o más personas, siempre existe, por parte de alguno de los intervinientes y de forma más o menos directa, un cierto propósito de ejercer algún tipo de influencia sobre el otro. Y la capacidad de influir y la de generar confianza están directamente relacionadas. Cualquier interacción humana se realiza mediante algún mecanismo de comunicación y en todos los casos, el cómo se lleve a cabo la comunicación va a determinar el resultado.
Por ejemplo, en el ámbito empresarial, podemos analizar cómo afecta a los resultados la comunicación de objetivos y metas de la empresa. Cuando las personas tenemos poca o nula información acerca de los objetivos, las acciones a realizar y los resultados que se están obteniendo, sentimos una disminución en nuestra capacidad para controlar la situación. Esta falta de control de la situación inhibe nuestra confianza, la cual puede producir una desactivación del funcionamiento del núcleo accumbens, que, como hemos dicho, es esa parte del cerebro que estimula la secreción de dopamina. Es decir, se está inhibiendo la capacidad de motivación de la persona hacia el logro de metas y frenando la generación de actitudes positivas hacia la acción. Las consecuencias serán una nula implicación en el proyecto empresarial y los objetivos empresariales.
El planificar metas, definir las acciones necesarias para conseguirlas, involucrar al equipo en ellas y actuar en consecuencia, requiere de mucha dosis de confianza. Una de las actitudes más importantes que un Líder tiene que estar desarrollando permanentemente es la confianza en si mismo. Por su importancia no podemos dejarla a expensas de que sean agentes externos de cualquier naturaleza, los que nos impriman confianza. Y esto, por un triple motivo. En primer lugar porque, generalmente, nuestro entorno y las situaciones a las que nos enfrentamos, ofrecen una elevada dosis de inseguridad que no es nada alentadora de confianza. En segundo lugar, porque la confianza en uno mismo, la que individualmente nos prescribimos y administramos, es el precedente necesario para elevar nuestra autoestima. Y en tercer lugar, porque ¿cómo vamos transmitir confianza a los demás si adolecemos de confianza en nosotros mismos? Las personas que consiguen lo que se proponen tienen un elevado nivel de confianza en sí mismos, confían permanentemente en sus decisiones y acciones. La confianza en uno mismo se desarrolla a partir de cultivar una imagen personal positiva.
La imagen personal se construye a partir de lo que cada uno cree de si mismo. Los mensajes que nos calificaban de pequeños positiva o negativamente, han contribuido a crear la fotografía que cada cual tiene de si. Pero esa fotografía no es una imagen que no podamos cambiar, empezar a descubrir que etiquetas están desfigurando nuestra imagen es un magnifico avance para cambiarlas por otras que nos resulten inspiradoras, que sean generadoras de confianza para nosotros y para los demás. Por eso mi recomendación es que cada día nos tomemos una cápsula de autoafirmación y no esperar a que alguien nos tenga que dar un placebo, los efectos no se van a hacer esperar.
Muy buen articulo, me pregunto en formas de generar el efecto placebo para generar confianza en tu equipo.