Aunque todas las clasificaciones generales hay que tratarlas siempre con cautela suficiente, me ha llamado mucho la atención la que hace José Ortega y Gasset en su obra “La rebelión de las masas” (1929) cuando escribe que:
“…la división más radical que se puede hacer de la humanidad es esta:
- las personas que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes, y
- las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva.”
Y no se refiere Ortega a la superación de obstáculos físicos o materiales. Se refiere a las dificultades y deberes que cada persona tiene que ser capaz de enfrentar a partir del nivel del propio compromiso que cada uno se establezca para alcanzar elevados niveles de desarrollo personal.
Vivimos en una sociedad que no favorece este espíritu de superación. Más bien lo contrario. La sociedad de consumo nos empuja a tenerlo todo más fácil. Yo diría que uno de los valores que nos inculca es del tipo: si es sin esfuerzo, mejor.
Los avances tecnológicos favorecen que podamos vivir mucho más cómodamente. Pero también hacen que nos acomodemos quizás más de la cuenta. Es la tendencia a caer en un exceso de, lo que yo llamo, la cultura del mando a distancia. Esta cultura adquiere protagonismo por la creciente automatización de todo. El riesgo no viene de que tengamos la facilidad de que nuestro garaje se abra pulsando el botón de un mando a distancia, viene de que pretendamos que todas las cosas funcionen igual, sin esfuerzo.
Hay cosas que nunca conseguiremos apretando un botón. Además, pienso que la satisfacción humana es directamente proporcional al esfuerzo que supone alcanzarla. Cuanto mayor es el esfuerzo, mucho mayor es la satisfacción. Pero también es relativa. Si mi límite de esfuerzo me permite subir, como máximo, una cumbre de cinco mil metros, la satisfacción que obtengo puede ser la misma que la que obtiene una persona que puede subir una cumbre de ocho mil metros.
En cualquier caso para alcanzar la satisfacción es necesario llegar hasta el final del esfuerzo. La mayoría de fracasos provienen del abandono. Un elemento clave en el mantenimiento del rumbo que nos hayamos marcado es disponer de un sistema de seguimiento y retroalimentación. Pero es necesario distinguir entre medir resultados y medir acciones que realizo. Las segundas van a determinar a los primeros. Tenemos bastante inculcado medir resultados. Por ejemplo, he sacado un ocho y medio en el examen de biología, he adelgazado cuatro kilos, he conseguido tres pedidos. Pero no tenemos tanto el hábito de medir las acciones que nos ha llevado a conseguir esos resultados. Para el caso del examen, tendría que medir el número de horas estudiadas, los esquemas realizados, las lecturas hechas, etc. Para la meta de adelgazar, tendría que medir los días que sigo la dieta, el ejercicio que hago, etc. Para los resultados de ventas, tendría que medir el número de llamadas a clientes potenciales, el número de entrevistas de venta, el número de propuestas presentadas, etc.
A partir de los cientos de procesos de coaching que he llevado a cabo, tengo demostrado que muy pocas personas tienen el hábito de medir su progreso sobre el plan de acción que se han fijado. Es más, en general, la mayoría, tienen ciertas actitudes negativas a adquirirlo.
Este rechazo tiene que ver con que mediante este hábito lo que estamos midiendo son dos cosas a la vez. La primera es lo que estamos haciendo por consegir nuestro propósito y, la segunda, nuestro nivel de compromiso con la ejecución del plan que nos hemos marcado. Si el nivel de compromiso es bajo, probablemente, lo que rehuimos al evitar la evaluación de nuestro nivel de desarrollo del plan es la sensación de frustración que nos puede provocar la constatación de esa falta de compromiso con nosotros mismos.
Y de esto va esta Actición®. De establecer una actitud positiva hacia la necesidad de autoevaluar la actividad y esfuerzo que hacemos con relación al plan previsto y de adquirir el hábito de chequear nuestro progreso, en definitiva, elevar nuestro compromiso.
En primer lugar, nos podemos plantear estas preguntas:
- ¿Es necesario que tenga identificadas, por escrito, las metas y hábitos que quiero mejorar y que son significativas para mí?
- ¿Es necesario analizar el progreso que estoy consiguiendo?
- Para reforzar mi compromiso ¿tengo que tener algún indicador que me permita evaluar el progreso que estoy teniendo en el desarrollo y ejecución de mi plan?
- A la luz de los indicadores de acción ¿puedo encontrar soluciones a los obstáculos que me impiden avanzar y encontrar fórmulas para seguir progresando?
- ¿Es rentable el tiempo que dedique a desarrollar este proceso?
Algunas actitudes a interiorizar en este sentido, podrían ser:
- Estoy comprometido con mi decisión.
- El seguimiento del progreso hacia el logro de una meta me permite tomar las medidas necesarias para alcanzar el éxito.
- La medición de mi progreso me permite visualizar la consecución de mis metas y anticipa y superar los obstáculos que se me puedan presentar.
- Mi motivación crece a medida que veo y compruebo la realización de mi plan.
- Es necesario establecer un espacio de tiempo para realizar el seguimiento
Y algunas acciones consecuentes pueden ser estas:
- Siempre que defino un plan de acción, establezco el método de seguimiento y los indicadores que me permitirán comprobar el avance en la realización de las acciones previstas.
- Me marco un hábito diario, semanal, mensual…, de revisión de mi plan.
- Utilizo tablas y gráficos que me informan del nivel de cumplimiento.
- El no distinguir entre lo que es conveniente automatizar y lo que no, es muy peligroso.
¡Ahora, diseña tu propia Actición® para incrementar tu autocompromiso!
Cuanta razón tienes Vicente…
Cuantas veces me he marcado un plan….y lo he empezado con una gran ilusión, con cierta disciplina….y poco a poco, el día a día, otros hábitos, otras tareas, me han hecho …( no abandonar…) pero si frenar su avance por no tener esa autoevaluación de la que hablas….
Pero es que » la cabra tira al monte»…y bastante que hemos mejorado con tu ayuda….(gracias de nuevo por cierto..). Saludos,
Totalmente de acuerdo, contigo y con Javier. Cuánta ilusión ponemos cuando diseñamos un plan de trabajo en base a un proyecto personal, y de que forma más «tonta» no lo llevamos a cabo.
Puede que, como indicas, una de la principales razones es que previamente no definimos y nos marcamos bien y detalladamente las diferentes tareas necesarias a realizar, en función de los resultados que queremos conseguir.
Felicidades por tus artículos.