¿Te acuerdas de la primera vez que fuiste en bicicleta solo con dos ruedas? ¿Has ayudado a algún niño a ir en bicicleta con dos ruedas?
Recientemente han venido a mi memoria las sensaciones y lo gratificante que fue para mí descubrirme rodando en equilibrio, sintiendo en todo mi cuerpo la velocidad que yo mismo generaba. Esos primeros metros no se olvidan, quizás, porque tras ellos viene una caída.
La diferencia entre aprender a andar y a ir en bicicleta es que de la primera no tenemos recuerdos porque lo hacemos cuando tenemos un año, pero de la segunda sí. Aprender a ir en bicicleta es una de las primeras sensaciones de logro que tiene un niño.
Sergio tiene cuatro años. El otro día, íbamos paseando, él con su bicicleta de cuatro ruedas y yo caminando, cuando vimos que se nos acercaba, en sentido contrario, una niña, algo mayor que Sergio, que iba con su bicicleta de dos ruedas. La niña iba toda orgullosa exhibiendo su habilidad en el manejo del vehículo, seguramente, muy recientemente adquirida. Sergio no dejó de mirarla, cuando pasó de largo, se me acercó y me preguntó:-¿Cuándo me vas a quitar los ruedines?
Hasta ese momento, Sergio no había reparado en que no sabía ir solo con dos ruedas, pero en ese momento, quizá porque la niña lo miró con un cierto aire de superioridad, Sergio se dio cuenta, tomó conciencia de que no sabía ir en su bicicleta sin los ruedines y sintió la necesidad de hacerlo.
A partir de aquí empezamos el proceso para que adquiriera esta nueva habilidad. El fin de semana siguiente, cogí la llave inglesa y le quité los ruedines y empezamos el entrenamiento.
Pocas cosas pueden ser más emocionantes para un niño de cuatro años que enfrentarse al reto de manejar una bicicleta sin la ayuda de los ruedines. Por eso y por la importancia que tiene, es necesario iniciar el proceso con alguna red de seguridad. Una forma de proporcionales esa red es aguantándole la bici para corregir los posible desequilibrios mientras él niño pedalea.
En nuestro caso, mientras Sergio avanzaba, de vez en cuando me miraba para comprobar que seguía sujetándole. Sin que el se diera cuenta, yo iba haciendo alguna prueba, le soltaba unos segundos y le volvía a sujetar, cuando lo hube hecho varias veces, le enseñe que iba solo mostrándole mis manos sueltas de su sillín. Inmediatamente se desestabilizó, le produjo mucha impresión sentir que iba solo.
Inicialmente mostraba algo de desconfianza pero cuando lo veía muy centrado en la conducción yo lo soltaba y él seguía avanzando. En alguna ocasión cuando vio que iba solo, se desestabilizaba un poco, le volvía a coger y volvíamos a intentarlo. Cuando la sorpresa de ir solo se fue convirtiendo en situaciones frecuentes, empezó a sentir que podía avanzar sin mi ayuda y a experimentar una sensación nunca antes experimentada por él.
Cuanto más sentía que podía hacerlo solo, más satisfecho de sí mismo estaba y más confianza iba adquiriendo en su capacidad.
Tras unas cuantas idas y venidas ya era capaz de mantener el equilibrio cuando iba en línea recta. Ahora había que entrenar para que fuese capaz de arrancar y de girar. Tras varios intentos, consiguió arrancar la bicicleta sin ningún empujón de ayuda y empezó a hacer giros.
Había adquirido la competencia básica para desenvolverse con la bicicleta sin ruedines. Ya era consciente de su competencia. Ahora tocaba la fase de consolidación del conocimiento y de la habilidad. En esta fase es cuando aparecen las caídas y algunas frustraciones porque las cosas no salen como nos gustaría porque se nos pueden presentar situaciones inesperadas, distracciones…
Sergio tuvo alguna que otra caída, unas más aparatosas que otras, pero ninguna le hizo cejar en su empeño de, al día siguiente, poner en valor su habilidad y lucirse con su bici de dos ruedas.
Al cabo de dos paseos más, bicicleta y él eran una sola cosa, había adquirido una competencia inconsciente, circulaba sin pensar en lo que tenía que hacer para mantener el equilibrio y para no caerse, había automatizado sus acciones.
Este proceso es el mismo que seguimos en nuestros procesos de coaching con directivos para mejorar sus habilidades y desarrollar competencias que estén alineadas con la estrategia de la empresa.
- El primer paso es identificar y descubrir que cosas quieren y es necesario cambiar. Hacerlos salir de la incompetencia inconsciente.
- El segundo paso es iniciar el aprendizaje experimentándolo en la práctica.
- El tercer paso es consolidar los conocimientos, eliminando obstáculos, sobre todo obstáculos personales como creencias limitantes y ciertos hábitos.
- E cuarto paso es automatizar las competencias adquiridas y desarrollar un método de seguimiento que permita desarrollar un proceso de mejora constante.
Ahora bien, tengo que decir que muy pocos procesos de coaching ejecutivo, de los muchos que he realizado, me han hecho sentir como el que hemos llevado a cabo Sergio y yo para que consiguiera circular con su bicicleta sin ruedines.