“Bueno, en nuestro país, dijo Alicia, aún jadeante, “uno siempre llega a algún lado si, como estuvimos haciendo nosotros, corre muy rápidamente durante mucho tiempo”. “País lento el de ustedes”, dijo la Reina; “aquí, como ves, hay que correr todo lo que se puede para permanecer en el mismo sitio” (Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas)
La situación que describe Lewis Carrol parece que no nos es ajena, corremos, corremos y no parece que lleguemos a ningún sitio y cuando parece que estamos llegando, de repente, nos damos cuenta de que la distancia ha vuelto a aumentar.
Pero aunque parezca extraño, las cosas no han cambiado tanto. Si nos remontamos a los albores de nuestra civilización, podemos ver que la distancia temporal entre los primeros “directivos” y los que actualmente ostentan el liderazgo en las empresas, es de alrededor de 5.200 años.
En una época en la que la agricultura sólo podía abastecer las necesidades propias, aprovecharon los recursos naturales que tenían a su alcance y organizaron la construcción de sistemas de irrigación que generaron los primeros excedentes agrícolas de la historia; estos “directivos” (sacerdotes, jefes o líderes militares) seguramente tenían algún derecho sobre los excedentes productivos que se generaban gracias a la utilización de los nuevos sistemas de riego cuya construcción habían promovido.
Una vez que el excedente estuvo en manos de estos dirigentes, se generaron recursos que permitieron contratar hombres no solo para cavar zanjas de riego, sino también para otras actividades muy distintas que permitirían un desarrollo mucho más avanzado de la civilización. Así se explica que la escritura, uno de los avances más prodigiosos del hombre, fuese desarrollada por los sumerios alrededor del año 3100 a.c. coincidiendo con un excedente agrícola en los valles del Tigris y el Éufrates.
Aunque nuestra sociedad se ha hecho muy compleja, la actuación de estos primeros directivos no dista mucho, en su esencia, de la que hoy en día llevan a cabo muchos de los líderes empresariales para conseguir conducir con éxito sus empresas, aun a pesar de que los vientos no son nada favorables.
Pero una cosa es parecer y otra muy distinta ser. Cuando la situación como la actual es confusa, cuando el futuro inmediato es incierto y no nos vemos capaces de vaticinar ni lo que va a ocurrir mañana, es cuando se hace mucho más necesario no esperar a que las cosas ocurran sino hacer que ocurran. Para ello el primer paso es definir qué queremos que ocurra, Peter Druker en su manual “Management: Tasks, Responsabilities, Practices” establece como prioridad número uno de un directivo:
“Un directivo establece metas. Decide lo que hay que hacer para conseguirlas y las comunica a sus colaboradores”
Analicemos brevemente los tres aspectos que incluye esta afirmación:
1) Un directivo establece metas. No es fácil definir metas, pero es absolutamente necesario hacer este ejercicio si queremos llegar a alguna parte. Definir una meta requiere tener en cuenta ciertas características que son imprescindibles para que podamos conseguirlas:
a) Medible. El objetivo se tiene que poder medir. Si no podemos determinar el nivel de progreso nos costará mucho mas avanzar hacia nuestro objetivo.
b) Específica. Es necesario definir la meta de forma específica, para ello tenemos que poder responder a preguntas en las que utilicemos los siguientes adverbios:
- Quién: ¿Quién está implicado?
- Qué: ¿Qué quiero conseguir?
- Dónde: Identificar un sitio
- Cuándo: Establezca un periodo de tiempo.
- Cuál: Identifique los requisitos y los impedimentos
- Por qué: Especifique las razones, los propósitos o los beneficios de conseguir ese objetivo.
c) Tangible. Los objetivos serán tangibles cuando podamos sentirla con alguno de nuestros sentidos, de esta forma será más fácil convertirla en específica y manejable, y por lo tanto posible de alcanzar.
d) Alcanzable. Tenemos que establecer objetivos que sean alcanzables, eso no quiere decir que no tengan que tener un cierto grado de ambición
2) Una vez definidas las metas es necesario decidir lo que hay que hacer para conseguirlas. Para establecer las medidas de acción necesarias para conseguir la meta que hemos definido, lo primero que tendremos que hacer es identificar los posibles obstáculos con los que nos vamos a encontrar en el camino y formular las soluciones que superan cada uno de estos obstáculos. Estas soluciones son en buena parte las que nos van a determinar las medidas de acción específicas que nos van a hacer conseguir nuestro propósito.
3) Comunica los objetivos a sus colaboradores. Sin duda, dentro de una empresa uno de los elementos culturales más importantes son los sistemas de comunicación que tiene institucionalizados. Estos sistemas se van creando a base de acumulación de experiencias y siempre son establecidos por los directivos de las empresas. Muchas veces oigo decir que en las empresas existen muchas rivalidades internas que provocan que los resultados sean muy inferiores a los posibles, o que no todos los miembros de la organización actúan en lo misma dirección. Dentro de un grupo las rivalidades internas pasan a un segundo plano cuando los integrantes de ese grupo toman conciencia de la necesidad de conseguir ese objetivo que está por encima de los intereses más particulares. Las actuaciones en distintas direcciones suelen estar provocadas por dos causas, en primer lugar, por la transmisión confusa de objetivos parciales, y en segundo lugar, porque esos objetivos parciales pueden estar en contradicción con los objetivos generales.
Por lo tanto, el primer paso para conseguir que las cosas no sean como parecen que tienen que ser es decidir cómo queremos que sean. Se hace necesario, pues, que en las empresas los líderes hagan el ejercicio de revisar las metas de la empresa, redefinirlas, determinar nuevos planes de acción y comunicarlas, determinando sus niveles y jerarquías, a todos los integrantes de la empresa, para que todos los implicados, de esta manera, puedan las actuaciones prioritarias.